Sombra de árbol
Por: Mateo Santero
Cuando era niño junto a mis amiguitos jugábamos a ser actores. La sombra que daban los árboles del parque se convertía en nuestro gran teatro y nos convertíamos en médicos, profesores, presidentes, esposos, poetas, superhéroes, futbolista, enfermeros y niños. Fuera de la sombra de los árboles algunos de mis amigos lloraban a sus padres que dormían en cajas de madera, fuera de la sombra de los árboles, bajo el sol de la una de la tarde, el barrio hacía silencio después de escuchar el sonido de un arma pariendo una bala, solo esperábamos la voz de algún vecino diciendo “mataron a fulanito”, después de escuchar eso sabíamos, mi amigos y yo, que no podíamos salir a jugar esa tarde y rogábamos a algún dios que el día pasara rápido para volver a estar bajo la sombra de los árboles y cuidar nuestros sueños del sol flameante de la adversidad. Hoy muchos de mis amigos aún siguen jugando a ser médicos, profesores, futbolistas, esposos, otros que decidieron tener hijos juegan a ser superhéroes y profesores, que es lo mismo. Yo me quede jugando con las letras. Mi madre siempre se preguntó qué porque ser poeta y no médico, nunca le he respondido esa inquietud, ella ignora que el arte es un gran tronco y que mi vocación es convencer a otros de volverse en ramas, florecer y llenarnos de hojas para que en la gran sombra del árbol reposen, del sol de la una de la tarde, las esperanzas de un país que aún tiene sueños de niño.