Todo se hace por amor
Por: Enrique Gamboa
En el estadio Maracaná de Río de Janeiro, James Rodríguez enloquecía al país con sus goles en el Mundial de fútbol, se convertía en el ídolo de toda Colombia. Muy lejos de ahí, en el Bajo Sinú en Córdoba, un padre junto con su hijo iban de puerta en puerta contándole a sus vecinos la importancia de proteger los humedales y evitar la caza de los tortugas hicoteas.
Tradicionalmente las tortugas hicoteas son comercializadas en la zona para fines de consumo y comercial. Su carne ha sido probada de generación en generación. Los cazadores con arpones van cazando sin cesar a un animal que de a poco va llegando a la extinción. Por cada tortuga se llega a pagar cerca de 40.000 pesos. Un negocio lucrativo más que todo en Semana Santa, época donde se dispara su consumo.
En la región Caribe colombiana esta caza es justificada por asuntos religiosos. Ya que en pascua no se puede comer pescado y la tortuga es más barata que el pescado. Un placer prohibido para estos tiempos donde el medio ambiente necesita de todos y así lo saben Jesús y su papá Jorge. Que juntos está cambiando estas prácticas en su comunidad.
En la Ciénaga Grande no hay autoridades ambientales para la protección de la especie. Ni policía, ni las corporaciones autónomas, regionales o estatales hacen presencia en la zona. Los cazadores tienen un camino simple hacia el delito. Las hicoteas ayudan a conservar el equilibrio en el ecosistema y sirven de alimento para los peces de los ríos y ciénagas.
La primera vez que padre e hijo se propusieron junto a la comunidad hacer campañas de protección de la tortuga, lograron el rescate de cerca de 350 animales. Fue en 2014 y sentaron un precedente. Pero las cosas a veces suelen complicarse. Muchos de sus compañeros por diferentes motivos decidieron alejarse de la causa. Jesús y Jorge con los pocos que siguieron con ellos y que se convirtieron en compañeros leales, empezaron de nuevo con el puerta a puerta.
Para cambiar tendencias y crear conciencia de los problemas hay que ir más allá. A través de las redes sociales, Jesús iba documentando las violaciones a los recursos naturales por parte de ciertas personas. A medida que pasaba el tiempo la gente empezaba a conocer su trabajo se sumaron uno por uno, hoy son cerca de 45 jóvenes que trabajan a la par. A través de la pedagogía que realizan y los trabajos de capacitación que hacen en su comunidad, hoy son reconocidos como líderes de la protección ambiental.
Saben que el camino es largo que este es un proceso que apenas empieza. Durante todo el tiempo que llevan trabajando han rescatado cerca de 500 tortugas una cifra que los ilusiona para seguir apostando por la naturaleza. Sueñan con seguir creciendo como red, le apuestan a seguir convocando gente a su causa y reconocen que el trabajo comunitario logra cambios reales.